Poemas - Ángel Cruchaga Santa María
El modernismo fue una tendencia literaria que surgió exclusivamente en Hispanoamérica, el cual fue sucedido por una especie de síntesis de las premisas de este movimiento y las del naturalismo, donde la mirada del poeta se vuelca hacia la propia realidad: el mundonovismo.
Sin embargo, la influencia que el modernismo ejerció, sobre todo a través de figuras como Rubén Darío, generó la aparición de literatos cuya poética parecía recoger los vestigios del parnasianismo y simbolismo francés (principal inspiración de los modernistas), lo que se conoce como post-modernismo.
Uno de los exponentes del post-modernismo en Chile fue Ángel Cruchaga Santa María, un visionario del vanguardismo y compañero artístico de Vicente Huidobro (juntos fundaron una revista literaria titulada Musa Joven). Sus versos retratan la interioridad del ser humano, las miserias sociales y espirituales, aunando lo místico y lo panteísta. Es por la calidad de su creación lírica, que ganó el respeto de sus contemporáneos; fue denominado por Raúl Mellado como "el revolucionario de la tristeza".
Obtuvo el premio nacional de literatura en 1948, no obstante, su obra sigue siendo desconocida para muchos de los chilenos, inclusos para aquellos que se consideran más conspicuos en el mundo de las letras.
“Soy la ciudad maldita que la lujuria doma.
Destrúyeme, Señor, bajo tu mano fuerte.
Quémame con tu fuego como antaño a Sodoma.
Sólo puede lavarme la ola de la muerte.
A mí vienen los hombres cansados y mezquinos
con su resto de luz y su áspera impureza.
Se estrellan en mis muros los náufragos destinos.
¡No hay júbilo que pueda engañar mi tristeza!
Sé de la muerte gris que trepa los muros
como larga culebra de amargas contorsiones.
Se destilan en mí los momentos obscuros:
Soy un antro infamante que acaricia ilusiones.
En mí juega el destino como en una taberna;
la gloria y el amor florecen de los dados.
Yo soy sobre el abismo como una playa eterna
donde canta la voz agria de los pecados.
En mi danza procaz Salomé se desliza
y exalta su lujuria los sentidos obscuros.
Los corazones son ánforas de ceniza
que destruye la muerte en tres sus dedos puros”
“El canto de la ciudad”, fragmento
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