Henrik Ibsen - Casa de muñecas

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Casa de muñecas no sólo representa la ruptura con los cánones estructurales y argumentales del teatro clásico, sino que además se adhiere a las convulsiones sociales de la época al trascender la mirada crítica respecto a las problemáticas contigentes en la sociedad industrial, puesto que aplica un enfoque valorativo que ataca directamente la dualidad de códigos morales dentro de la institución de la familia, corpúsculo esencial en una colectividad, de acuerdo a una visión netamente masculina. Sobre la base de este sistema que menoscaba la condición de la mujer, Ibsen plantea una serie de teorías que abarca en profundidad los planos sociológicos y psicológicos, tanto de los personajes que conforman la obra, como del contexto temporal y cultural en el que están inmersos.

El tema central de «Casa de muñecas» consiste en la liberación moral de una mujer oprimida por el rigor de una sociedad machista, la cual es encarnada a través de las figuras del padre y el marido, quienes ejercen en ella una serie de manipulaciones que ésta no advierte sino hasta el momento en que se presenta una situación límite: el chantaje de un desconocido que podría arruinar su matrimonio. Es a partir de aquel acontecimiento, que la protagonista toma real conciencia acerca de su rol y su libertad, de sus deberes y derechos como ser humano, optando finalmente por romper con todo lo que la anulaba. El proceso catártico que experimenta Nora Helmer en la escena final de la obra no se habría concretado de no ser por la intervención de los personajes de Rank, Cristina y Krogstad, el antagonista en apariencia, que a la postre resulta ser el ente emancipador.

Asimismo, existe una serie de motivos que refuerzan el sentido del nudo principal, como lo es la búsqueda de la verdad mediante el constante desenmascaramiento entre los sujetos que forman parte de la historia, la búsqueda de la libertad y la afirmación del yo, es decir, la consecuencia con uno mismo.

En cuanto al marco espacio-temporal en el que se desarrolla la obra, la totalidad de la acción dramática tiene lugar en la casa de los Helmer, puesto que los otros ambientes solamente cobran importancia por medio de la alusión. Esta unicidad se relaciona significativamente con la atmósfera psicológica imperante: la sensación de asfixia que padece Nora producto del encierro, la vigilancia permanente y la manipulación. Se percibe además una temporalización de carácter lineal con tendencia a la evocación, en la que el tiempo de la fábula (mirada retrospectiva de los sucesos) adquiere mayor relevancia que el tiempo de duración de los acontecimientos (la cantidad de días del que se vale el argumento), dado que el conjunto de información que se obtiene del relato de hechos anteriores contribuye a la lógica interna de la historia.

En resumidas cuentas, y dadas las peculiaridades de la que es considerada una de las obras paradigmáticas del drama moderno, es que Henrik Ibsen se posiciona como uno de los intelectuales más prolíficos de su época, sin estar exento de polémica por la presencia de su exacerbado compromiso social al tratar sobre temáticas que se encuentran vigentes hasta el día de hoy.


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